sábado, 22 de octubre de 2011

Porque este es nuestro juego, peligroso, atrayente y, sobre todo, único. ¿Quién depende de quién? Nadie habló de dependencias. Nunca. Ambos veníamos de mundos de hipérboles y convencionalismos. De jugar sin ganas. Buscamos en nuestra obviedad desesperada la estabilidad, y la buscamos en la cuerda floja. Estúpido, por supuesto; pero, ¿y qué no lo es? Lo reconozco, fui yo quien necesitaba acción, quien sacó el tablero. Pero siempre con tus reglas. Este es un juego especial, solo se puede jugar a solas y a oscuras. Así son las cosas. Pero, ¿qué mas necesito? En la cárcel tomo miel, los puentes y las ocas me retrasan, todo es al revés, tú mandas pero yo manejo, todo va rápido, acción, velocidad, color, risa, puta droga... Los dados llegan al 12, todo da vueltas cuando empiezo a jugar, lo olvidaré todo: lo malo, y lo bueno. Pero es todo tan perfecto. Tú tienes diez fichas y yo tengo dos. Cada dos casillas, caemos en la de sonrisas, y cada tres, en la de discusiones. Y la meta... la meta aún esta por ver.

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